1.

Despatriarcalizar el archivo es un proceso, un acto necesariamente colectivo, creativo y en libertad; un ir y venir para abrir paso a otras posibilidades de ser, desde otras sensibilidades, desde el cuerpo, desde el deseo, desde los afectos.


2.

Escribir sin autorización y en desobediencia. Habitar la desautorización como un comienzo de
otras escrituras de lo posible. No sólo no pido permiso sino que desacato las normas.


3.

No se puede despatriarcalizar sin descolonizar. El archivo es una de las estructuras principales de la colonialidad del saber. Es preciso descolonizar el inconsciente, es preciso despatriarcalizarnos.


4.

El archivo habla y se activa a través de nuestro cuerpo. Con nuestra danza hacer danzar al archivo. El deseo.


5.

Nombremos a quienes han sido despojadas de sus nombres. Busquemos la constelación de nombres debajo del nombre pronunciado, ahí donde se diluye el individuo, el autor, la jerarquía. (Descentrar, apagar la figura dominante). Nombremos también aquellas otras labores que parecen anónimas, las de los cuidados, las que ponen el cuerpo y su energía vital para procurar que las cosas pasen, para sostener el acto creativo y la vida misma.


6.

No sólo hacer visible el daño, tratar de repararlo y dejarlo transitar con nuestras palabras.
Exponer la incomodidad del acto.


7.

La materialidad es la madre del archivo, es el cuerpo que nos habla, lo que encarna la voz del tiempo y guarda sus huellas, sus síntomas, lo que nos toca. Acercarnos a un archivo es
acercarnos a una vida, que puede estar en el abandono, ser corrupta o muy controlada.


8.

Encontremos en el archivo los elementos que desestabilizan/quiebran la estructura patriarcal-colonial del saber y con ello pongamos en crisis su propia condición de archivo.


9.

Exploremos el ámbito del “aún no”. Lo que aún no ha sido dicho, lo que se encuentra en medio
del secreto, en los pliegues, en los silencios, en los rastros, en lo que no está y lo que hace falta, en la intemperie.


10.

Hay que escuchar las experiencias ocultas en el documento. Escuchar los afectos, la fragilidad,
el dolor, el enojo, la injusticia y la memoria de la frustración y la alegría compartida.


11.

Reparemos en los detalles que pueden parecer menores, sin importancia, descalificados como documento: el rumor, el chisme, lo íntimo, la nota al margen, el garabato y la tachadura.
En los signos de arrepentimiento, de titubeo, de vulnerabilidad.


12.

Pensemos en otras formas de la memoria, las no institucionalizadas como los archivos familiares, migrantes y domésticos; como lo que se guarda por mucho tiempo para acompañarnos, el archivo de las carteras, de los altares, de los separadores de libros, lo que guardamos en la cajita. El archivo como una casa, la casa como un archivo.


13.

Repensar, replantear, copiar, cortar, fragmentar, pegar, reescribir, reapropiar, imaginar,
cuidar, ficcionar, intuir, inventar, empatizar... En esos actos se encuentra también nuestra lucha.


14.

Ficcionar. Cuestionar el archivo como pauta de validación de verdad y pensarlo como invención, tejido, constelación abierta a recombinaciones.


15.

Convivir con la ruina del archivo. Porque la ruina no es final sino principio, es oportunidad
de reconstruir, de dar lugar a la creatividad, a otros relatos, a otras vidas.


16.

No creamos solas. En nuestras palabras están presentes muchas otras que han vivido
el mismo deseo y el mismo vértigo. Nuestras ideas son de otras. A través de una escribimos, archivamos, bordamos, producimos todas. Nuestras palabras son acompañamiento.



Manifiesta para despatriarcalizar el archivo