Era un lugar pequeño, aún así lo recuerdo como un terreno inmenso, anaqueles repartidos aleatoriamente como cualquier otro bosque, aroma a hojas de pino y toner, montañas escaneadas por hilos de luz que entraban por un ventanal que hacía notar que esa planta estaba enterrada bajo el suelo.

Cuándo conocí el trabajo de Edith* no solo me sorprendieron las relaciones entre temas de investigación y materiales con los que se despliegan, sino la cualidad mística que irradian sus objetos. Grapas, documentos, tablas impresas, carpetas, entre otros artefactos de oficina, su “papelería sensible” delata el desempeño profesional que ejerce como contadora pública, que en repetidas ocasiones ha manifestado como complemento sustancial de su proceso creativo.De ese modo, es relevante precisar su relación poética con estos ecosistemas burocráticos y espacios cautivos.

En su pieza Universos Alternos (2015) se apropia de la función gráfica de la visualización de datos, para mostrar la inflación económica en México. La graficación como despliegue informático permite ver cómo el uso de esta forma de diagramación trastoca un tipo de sensibilidad a la información, la cautivadora estetización de la encriptación de datos. Despliegues informacionales transmutan la data en cuerpos y masas, puntos, bloques y sólidos de color, formas contenedoras del universo numérico.

Este no es el caso de la intervención Cifra (2018) en los muros del Museo de Arte Contemporáneo de Oaxaca, donde a través de la impresión repetitiva del escudo/logo del Municipio de Oaxaca de Juárez -una mujer decapitada con un lirio en la cabeza- la artista hizo una espacialización de las estadísticas de feminicidios en el país, pasando de un renglón alfanumérico a salpicar las paredes de dicha información que recuerda la reafirma la relación finiquita de los sellos en el ambiente burocrático con la barbarie.

Una potencia que no solo espacializa la información a través de una “constelación” sino que aquellas estrellas de la misma, fungen como hipervínculos a través de la plasticidad informática. Estos enlaces aparecen también en la pieza Dictamen (2015). Recuerdo que Edith comentaba la obsesiva colección de grapas usadas que se fueron generando en su oficina. Esa pulsión de muerte de las retorcidas tiras metálicas quizá deja sentir con ellas una necesidad de su rearticulación como tipografías.

El escritorio, silla, una pizarra de corcho dividida en actividades realizadas y tareas pendientes, un contenedor de bolígrafos, con tachuelas, tijeras y cutter… Este ecosistema podría sonar bastante rígido, sobre todo si se tratara de un taller de arte, estudio de un artista o creatiuvx. En sus Escritos para desocupados, Vivian Abenshushan habla del escritor como un ser dual que no deja de teclear en su computadora, un administrador o administradora efectiv@, solvente y eficaz. Pero al mismo tiempo prefiere pasar horas divagando, perdiendo tiempo en inproducción y contemplando. Como si l@s creativ@s cumplieran múltiples papeles en su vida, como oficinistas y como artistas.

En el texto El arte como ocupación: demandas para una autonomía de la vida, Hito Steyerl denunciaba el tránsito del trabajo a la ocupación. Un mecanismo en el cual se reemplaza el “medio para un fin” por el proceso como fin en sí mismo, es decir que la ocupación es permanente, irregular y un proceso eterno, un despilfarro de tiempo, incluso del tiempo de ocio. Actualmente esta condición ocupacional está más suscrita a la net-economy, al homeoffice, el teletrabajo o las demás derivaciones de la simbiosis entre vida y trabajo aceleradas por la crisis global.

El arte-como-ocupación señalado por Steyer, devela la complejidad de las zonas de ocupación artística que rinden menos obras (menos artwork) y más procesos. A pesar de que se ha popularizado la idea de que el arte se disuelve con la vida, según esto la vida está siendo ocupada por el arte, requiriendo más tiempo y recursos, el pasante o interno es ejemplo de estar “dentro” del trabajo pero fuera de la remuneración… Por tal motivo la fusión de profesiones o “confusión” de ellas justifica como la vida también ha sido absorbida por los modelos neoliberales de producción que reintegraron el rechazo de la división del trabajo de la autonomía artística, rediseñando así las relaciones de trabajo y sus espacios de ocupación.

También me pregunto ¿qué espacio deberíamos ocupar? Si alguna vez he declarado que quisiera ser oficinista, es verdad. Pero de otro tipo oficinista y de otro tipo de oficinas. De esos escritorios sensibles y de las sillas acojinadas con peluche, pues sí, hay lugares de confinamiento que pueden hacerse más acolchonados para reubicar a las sociedades de control, sin embargo como plantea Steyerl, los territorios de ocupación no son únicamente espacios físicos, son espacios de afecto y existen como momentos posibles que pueden articularse en cualquier momento y en cualquier lugar.



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*Edith Morales, Oaxaca, México, 1968. Artista Visual, Activista y Contadora Pública. Su trabajo utiliza la sistematización y la recolección de datos para cuestionar al sistema, la memoria, la evidencia ilocalizable, confrontando la operatividad de políticas económicas del capitalismo y la violencia implícita en ellas, cuestiona la arquitectura fiscal, la normatividad, las desapariciones y la invisibilidad del individuo ante el sistema, resignificando los símbolos que utiliza el estado, el desvío de poder, la soberanía alimentaria y la biodiversidad de las especies nativas de maíz y los peligros que enfrentan frente a las políticas de desmantelamiento y Extractivismo.
Gerardo Contreras