En la imagen, Olivier Debroise posa junto a su amiga, la fotógrafa Lola Álvarez Bravo.

Ella, de edad avanzada y cuerpo encogido, gira la cabeza para enfocar la mirada en su acompañante.

Las cejas, levantadas con sorpresa, dibujan profundas arrugas en su frente.

Él no le devuelve la mirada; voltea hacia el horizonte, ¿hacia el futuro?

Tiene la boca también abierta, como si estuviera a punto de explicar algo.

Ella, expectante, lo mira.

En el retrato, algo profundo parece sugerirse. Como si Lola, y con ella toda una generación, asumiera una nueva posición y aceptara cederle el lugar a otro modo de enunciación, quizá representado por Olivier.

...

Para mí, el influjo al que incita el neologismo de la despatrarcalización, despojó a los cuerpos en esta fotografía, que había visto tantas veces, de su identidad y su historia. Esta operación me reveló una escena distinta a la que conocía:

Vi a un hombre cuya postura y presencia dejan en segundo plano a su acompañante; una mujer sorprendida, atenta. ¿Un hombre en un lugar de enunciación y privilegio frente a una mujer pasiva, que escucha?

Este efecto de la pausa sobre la imagen –que generó una especie de trance– me desconectó por unos momentos de las introyecciones que la investigación histórica sobre esta relación, de cierto modo mítica, me había implantado.

Sin embargo, esta es sólo una imagen y una manera de verla... y, por supuesto, eso no es lo único que se ve en ella. Hay también cercanía, cariño, incluso ¿confianza? Y una vez de vuelta del trance, vuelve la identidad y la historia a su lugar.

Este desajuste me continuó provocando. ¿A dónde podía llevarme este impasse si lo dirigía a mi experiencia como investigador dentro del archivo de Olivier Debroise, curador y crítico de Arte Mexicano? ¿Desde dónde procurar sugerir una línea crítica a su visión y su figura?

Lola Álvarez Bravo fue su principal informante sobre los desarrollos del arte de vanguardia del México posrevolucionario. Lola había sido protagonista de algunos de estos episodios, y amiga cercana de otros de sus agentes más relevantes. No fue una mujer pasiva, como sugerí apenas en la lectura simplificada de esta imagen. Al menos no desde mi punto de vista. Aunque, cómo cualquier otra mujer en la primera mitad del siglo XX en México fue víctima del desplazamiento a la merced de una cultura machista.

Fue ella quien le permitió a Olivier configurar una red de intercambios para reconstruir la escena de circulación artística de los años veintes y treintas en la Ciudad de México.

Olivier Debroise asentó estos descubrimientos en el famoso ensayo crítico publicado en 1984, titulado Figuras en el Trópico. Éste se convertiría en un libro referencial para los estudios del arte moderno mexicano.


El propósito de Figuras en el Trópico, según su autor, era incluir en el canon a artistas que, para el momento de su publicación, habían quedado rezagados o de plano en el olvido.

Estos borramientos no eran inocentes, opinaba Olivier. En algunos casos, estuvieron provocados por la condición de las mujeres artistas durante las primeras décadas del siglo veinte. Pasadas por alto por su género, pues. Unas de ellas eclipsadas por hombres como en el caso de María Izquierdo por quien fuera su pareja, el pintor Rufino Tamayo.

La invisibilización de las mujeres en la historia del arte, ya discutida en planteamientos historiográficos anteriores a la fecha de publicación de Figuras...
–quizá el más famoso es el artículo de Linda Nochlin de 1971– está presente a lo largo del libro.

Olivier también alegó que la homosexualidad había provocado una suerte de limbo de invisibilidad que opacaba procesos e intercambios de artistas muy relevantes para la escena.

Por su lado, Lola también fue curadora, antes de que siquiera existiera esa palabreja en su uso generalizado en México. Organizó ella misma la exposición más grande que Frida Kahlo viera en vida de su propia obra. Casi 30 años más tarde, Olivier haría lo mismo con la obra de Lola, en una muestra de sus fotografías en la Alianza Francesa de Polanco, en la Ciudad de México.

Olivier invocó las memorias de Lola y las usó como archivo. Con ellas y otras invocaciones, testimonios, huellas y detritos, sugirió un posible camino de despatriarcalización de los relatos históricos del arte moderno mexicano.
I
II
El retrato de Olivier que se incluye al inicio del libro Figuras en el Trópico, (tomado, por cierto, por Lola Álvarez Bravo), revela a un hombre atractivo y seductor. No recuerdo otros libros de historia del arte que comiencen con un retrato de su autor así
–casi como de revista– en la primera página... completa.

Convivir con él a través de sus notas, de su escritura, sus tachones, sus residuos, me generó una ilusión de cercanía. Más por curiosidad –y fetichismo quizás– que por el valor para la investigación, me surgió la necesidad de completar ese retrato, al menos hacerlo para mi, entender quién era esa persona a la que acosaba en sus materiales de archivo.

Olivier, igual que yo, era homosexual. Murió relativamente joven, 56 años. Dejó muchos proyectos sin acabar. Para entender a esta persona, no debía de buscar únicamente dentro de su archivo, sino también dirigirme hacia dónde éste me apuntara.

Dentro del archivo encontré dibujos, postales, fotografías de sus viajes por los conventos coloniales con su pareja, artículos de historia de la homosexualidad, contratos de trabajo (todos trabajos temporales), recibos de pago por la escritura de textos, libros e, incluso, alguna que otra muestra de pornografía.

Afuera del archivo, procuré replicar su estrategia: consulté a sus conocidxs para hacerles entrevistas, hacerme de informantes. No obtuve coordenadas exactas, pero sí pistas. Generalizaciones sobre su personalidad, atisbos, fragmentos para proyectar un retrato entre las risas de quienes me platicaban. Pedazos para reconfigurar esa fotografía que Lola tomó.

Surgieron anécdotas en desorden: sus inagotables referencias, su incansable horario de trabajo, sus cuatro u ocho proyectos a la vez, su capacidad de seducción –sexual e intelectual–, el cine, el teatro; su impaciencia, sus gritos cuando perdía la paciencia, su audaz y a veces violento sentido del humor, su prisa todo el tiempo. 

Pensé que incluso la compañía de Olivier a veces se podría convertir en una pesadilla.
Surgió la duda ¿Le interesaba el feminismo como postura? ¿Y el incipiente activismo homosexual durante los ochenta? ¿Venía a cuento la despatriarcalización que yo mismo, de cierto modo, le había impuesto a la lectura trabajo?

O, más bien ¿qué tanto de ello se reflejaba su retrato?
III
A final de cuentas, el hechizo de la despatriarcalización del que hablaba con la primera imagen, me hizo también ver a Olivier como un hombre europeo de educación cosmopolita que se convirtió en el agente central para la visibilización, legitimación e incluso comercialización de la obra de los artistas mexicanos sobre los que escribió.

Fue un hombre que tuvo importante influencia con respecto a la valoración de las vanguardias artísticas en México. Responsable de la inclusión y, por lo tanto, también de la exclusión que conllevó la conformación de "un nuevo canon".

Mientras intentaba hacer un boceto del retrato intelectual de Olivier surgieron otros testimonios. "...Que a lo mejor a Olivier no le interesaba el género como postura"... al menos no en su vida diaria ni en sus discursos cotidianos. "Que a lo mejor su relación diaria con las mujeres no era exactamente políticamente combativa, o autocrítica". ¿Habrá Olivier aprovechado de alguna manera las ventajas que le otorgaba su privilegio como hombre, a pesar de sus posturas históricas y discursivas? ¿esto modifica la lectura sobre su trabajo histórico?

¿Cómo procesar el testimonio, el rumor, como fuente? Sobre todo, pensando en estas ligeras pero importantes acusaciones... ¿sentenciarlo de plano? La oralidad –por no decir el chisme– fue una pieza central en la metodología histórica de Debroise, ¿cómo aplicarla al análisis de su propia figura?

Figuras en el Trópico, obra temprana en su carrera, está empapada de discursos de inclusión sobre el género y la homosexualidad en la Historia del Arte. ¿Cómo despatriarcalizar lo que ya es, en apariencia, despatriarcalizante? ¿Qué sentencia se merece? ¿Qué nuevos caminos abre?

Volver críticamente sobre el trabajo de investigación que realicé hace más dos años, me hizo abrir más preguntas. Tengo para mí que eso es una primera guía que ayuda a avanzar con los ojos un poco más abiertos…

¿Cómo es posible abrir el camino a la sensibilidad de las heridas que puedan presentarse en el archivo?

¿Cuáles de las heridas generadas por los discursos pueden sanarse mediante la navegación? ¿Cómo procurar cuidados a través de la escritura, del discurso?


IV
Testimonio de Lola sobre
la exposición de Frida...
y su rol curatorial
* todo el material proviene visual del Fondo Olivier Debroise del Centro de Documentación Arkheia
Muchas de las preguntas que comparto y sus ejercicios de análisis, fueron heredados de las consideraciones compartidas en equipo y en colaboración durante el seminario Despatriarcalizar el archivo. Muchas de ellas nunca me las habría hecho sin ese acompañamiento y provocación.

Me interesa pensar de qué manera acomodar personalmente las denuncias hacia las actitudes machistas. Si bien estamos en el entendido de que hay que erradicarlas, me pregunto: ¿será que se puede heredar lo que sea que se pueda aprender de la cultura de la cancelación y sus reflexiones en el mundo del internet?, ¿tendrá símiles con un mundo aún más intrincado como el de la academia?,  ¿cuál es el enemigo en este proceso de ajuste?, ¿qué batallas son las más efectivas?

¿Cómo interiorizar, personalmente, desde la sutileza y desde la acción, la “alianza” de un varón, cis, homosexual con una lucha de revolución efectiva sobre el género?

En fin.
Al menos hoy, y a partir de otras experiencias, me encanta seguir gritando
¡Arriba las mujeres y los jotos y todos aquellos que abren los ojos y alzan la voz contra las dinámicas opresivas!